La segunda carta a
los Tesalonicenses aparece dirigida, como la primera, por Pablo y sus compañeros,
Silvano y Timoteo (1,1). Como Silvano o Silas acompañó a Pablo sólo durante un
viaje misionero (Hch 15,40; 18,5), esta carta tendría que haber sido escrita
poco tiempo después de la primera.
La carta se escribe para
proponer una enseñanza sobre la venida del Señor (1,1-2,17). Ésta, sin embargo,
no coincide con la que se da en 1 Tes: mientras que en 1 Tes se afirma
claramente que no habrá señales que anuncien la venida (1 Tes 5,1-3), en 2 Tes
se enumeran una serie de signos precursores: la apostasía, la aparición del
impío que se instalará en el templo de Dios (2,3-4), sus prodigios y portentos
(2,9-10). Por otra parte, se supone que Pablo no visitó Tesalónica en el
intervalo entre las dos cartas; esto no obstante, se refiere a previas
instrucciones sobre el nuevo tema (2,5); alude además a un misterioso obstáculo
que frena la aparición del impío (2,6) como a cosa conocida, que sus lectores
pueden entender fácilmente. Pero su enseñanza en Tesalónica, según la primera
carta, expresaba una concepción completamente distinta ("sabéis
perfectamente", 1 Tes 5,1-2).
Las imágenes que usa 2 Tes
para describir la manifestación de Cristo: poderosos ángeles, fuego llameante,
hacer justicia, esplendor de su fuerza (1,7-9) están ciertamente tomadas del
acervo tradicional, pero su carácter espectacular no corresponde al gusto de
Pablo.
La autenticidad de la carta
queda, pues, muy dudosa. Podría atribuirse a un discípulo de Pablo que, a fines
del Siglo I, quiere salir al paso de ciertas inquietudes por el retraso de la
venida del Señor, que se había pensado inminente. La hipótesis de la
subitaneidad excitaba los ánimos, mientras que el proponer signos precursores los habría calmado,
convenciéndoles de que mientras éstos no se columbrasen la historia continuaría
su curso.
Es evidente que no pocas frases
de 2 Tes siguen muy de cerca a otras de 1 Tes, lo que cuadra más con un
imitador del exilio de Pablo que con la espontaneidad de éste. El probable
autor, convencido de continuar el espíritu de Pablo, refrendó su carta con la
despedida (2,17). Su propósito fue, sin duda, impedir el daño que estaban
haciendo ciertos rumores acerca de supuestas revelaciones, dichos y cartas de
Pablo (quizá algún falsario que soliviantaba a las comunidades), y se consideró
obligado a precisar el estado de la cuestión.
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