lunes, 16 de abril de 2012

INTRODUCCIÓN.

                    La segunda carta a los Tesalonicenses aparece dirigida, como la primera, por Pablo y sus compañeros, Silvano y Timoteo (1,1). Como Silvano o Silas acompañó a Pablo sólo durante un viaje misionero (Hch 15,40; 18,5), esta carta tendría que haber sido escrita poco tiempo después de la primera.

                 La carta se escribe para proponer una enseñanza sobre la venida del Señor (1,1-2,17). Ésta, sin embargo, no coincide con la que se da en 1 Tes: mientras que en 1 Tes se afirma claramente que no habrá señales que anuncien la venida (1 Tes 5,1-3), en 2 Tes se enumeran una serie de signos precursores: la apostasía, la aparición del impío que se instalará en el templo de Dios (2,3-4), sus prodigios y portentos (2,9-10). Por otra parte, se supone que Pablo no visitó Tesalónica en el intervalo entre las dos cartas; esto no obstante, se refiere a previas instrucciones sobre el nuevo tema (2,5); alude además a un misterioso obstáculo que frena la aparición del impío (2,6) como a cosa conocida, que sus lectores pueden entender fácilmente. Pero su enseñanza en Tesalónica, según la primera carta, expresaba una concepción completamente distinta ("sabéis perfectamente", 1 Tes 5,1-2).

                 Las imágenes que usa 2 Tes para describir la manifestación de Cristo: poderosos ángeles, fuego llameante, hacer justicia, esplendor de su fuerza (1,7-9) están ciertamente tomadas del acervo tradicional, pero su carácter espectacular no corresponde al gusto de Pablo.
                 La autenticidad de la carta queda, pues, muy dudosa. Podría atribuirse a un discípulo de Pablo que, a fines del Siglo I, quiere salir al paso de ciertas inquietudes por el retraso de la venida del Señor, que se había pensado inminente. La hipótesis de la subitaneidad excitaba los ánimos, mientras que el proponer signos  precursores los habría calmado, convenciéndoles de que mientras éstos no se columbrasen la historia continuaría su curso.

                Es evidente que no pocas frases de 2 Tes siguen muy de cerca a otras de 1 Tes, lo que cuadra más con un imitador del exilio de Pablo que con la espontaneidad de éste. El probable autor, convencido de continuar el espíritu de Pablo, refrendó su carta con la despedida (2,17). Su propósito fue, sin duda, impedir el daño que estaban haciendo ciertos rumores acerca de supuestas revelaciones, dichos y cartas de Pablo (quizá algún falsario que soliviantaba a las comunidades), y se consideró obligado a precisar el estado de la cuestión.                

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